Dos Parejas- Xul Solar
Hacer lo correcto- Miguel Dorelo
Ana y Sebastián son pareja desde hace tres años, siete meses y cuatro días; claro que semejante precisión solo es conocida por Ana, ellas siempre gustan de estas cosas de fechas precisas, de cumpleaños y recordatorios de toda laya. Sebastián en cambio sabe que hace ya un buen tiempo, hace como tres años más o menos, Ana es su compañera de andar por la vida.
Un poco parecido a lo de Joaquín con Paula, con casi dos años de noviazgo, días más, días menos.
A lo mejor el destino, o quizá el tener inquietudes parecidas, hizo que los cuatro se conocieran una noche en aquella presentación del libro de un amigo en común y que rápidamente congeniaran.
Empezaron por salir los cuatro a casi todos lados, por lo general reuniones a casa de conocidos, alguna obra de teatro o esos recitales en pequeños lugares que tanto disfrutaban.
Los días pasaron, al igual que los meses; la amistad surgida en las dos parejas se fue acrecentando y afianzando de tal manera que realizaban casi toda actividad juntos. Se llevaban realmente bien, se sentían a gusto, se extrañaban cuando pasaban algunos días sin encontrarse.
Puede haber sido aquella noche en casa de Joaquín cuando comenzó todo, en el preciso momento en que Paula, como buena anfitriona, fue hasta la cocina a buscar más vino y Sebastián se ofreció a ir con ella con un si vos no llegás hasta donde están las botellas, enana y el roce de sus manos cuando él le alcanzaba un par de las que ella le indicó fue igual a muchos otros que siempre habían tenido pero sin embargo…
Pasó una semana. Ese viernes Joaquín llamó a Sebastián para invitarlos a la inauguración de una nueva galería de arte en San Telmo. Sebastián trató de negarse pero sus excusas fueron demasiado débiles y comprendiendo que no sabría que decirle a Ana cuando se enterara decidió finalmente decir que si, que irían.
Esta vez fue una mirada de esas directas a los ojos, inequívocas, de las que no hace falta comentar más nada, esas que todo lo dicen y que no hay forma de olvidarlas luego, ahí, delante de ese cuadro en que ambos coincidieron en que era el más lindo en su sencillez y en el que el artista había logrado captar toda esa esencia otoñal en los tonos ocres y marrones de aquél grupo de hojas de árbol amontonadas junto al cordón de la vereda.
Esa noche, luego de salir del la galería, adujo un fuerte dolor de cabeza como excusa para no ir de tragos y luego de dejar a Ana en la puerta de su casa huyó a su departamento. Solo, sentado en su sillón del living, encendió un cigarrillo y no pudo evitar recordar los ojos, la mirada de Paula. Se durmió muy tarde sintiendo un enojo que no pudo apaciguar.
Paula esa noche lloró; despacio, con lágrimas que con seguridad le salían de sus lagrimales pero también desde algún otro lugar de su cuerpo que ignoraba, aunque intuía muy profundo. Nunca antes había llorado de esa manera. Pensó en Joaquín, pensó en Sebastián y también pensó en Ana.
Lo que deba ser, será. Y lo que debe ser, es. Un miércoles de Septiembre, podría haber sido un viernes de Octubre o cualquier otro día de la semana de cualquier mes, pero fue un miércoles y de Septiembre el que eligió Sebastián para salir a caminar sin destino fijo, aunque en realidad esto no es cierto, no le podemos achacar a la casualidad que sus pasos lo llevaran inexorablemente al barrio primero, a la calle luego y finalmente a la casa de Paula justo a esa hora de la tarde en que bien sabía que estaría sola, que Joaquín todos los miércoles tomaba clases de teatro y era uno de los pocos días en que no se veía con su amada novia.
Se besaron apenas Paula abrió la puerta, sin decirse nada. Ya en el living, no pudieron controlar sus manos ni soportar sus ropas.
No quedó muy claro si fue ella o él, quizá ambos a la vez, pero se escuchó un no podemos hacerles esto.
Y Sebastián se aguantó las ganas de besarle hasta el último rincón y Paula hizo el esfuerzo necesario para no comérselo a besos. Después, hablaron; de que seguramente estaban confundidos, de que el salir siempre juntos, de las coincidencias entre ellos, y de Ana y de Joaquín, que no se merecen esto y ya entre risas un me parece que es solo calentura.
Ambos decidieron, finalmente, hacer lo correcto.
—Un año, hoy cumplimos un año, hermosa— Dijo Joaquín.
— ¡Parece mentira, un año ya, es cierto! —Respondió Ana mientras terminaba de vestirse.
—Hasta el miércoles que viene —dijeron ambos.
Elaborado para La Cuentoteca