domingo, 28 de agosto de 2011

Variantes Serratianas 3- Ella es muy especial



Ella es muy especial- Miguel Dorelo

Te voy a ser sincero: a mí la mina me gustó de entrada, por eso empecé a pasar todos los días para verla luciendo esa sonrisa en esa boquita primorosa e incitante y esos ojazos azules como jamás había visto.
Coqueta como ninguna, siempre bien cambiadita y como recién bañada. Una pinturita.
Y si, me enamoré casi sin darme cuenta. Pasaba a verla a cualquier hora, por suerte ella siempre estaba ahí, como esperándome, como queriendo decirme algo y que no se animaba.
Y claro, un día no aguanté más, un hombre que se precie de serlo debe hacer lo que se debe, sobre todo en estas cuestiones; si te gusta una mina debés hacer hasta lo imposible para poder curtírtela. Lo hice a lo bruto, de una, sin vuelta atrás ni tiempo para arrepentimientos; le di con un adoquín a la vidriera, la manoteé de donde pude y corrí, corrí, corrí con ella hasta mi bulín.

No me costó mucho activarla, el programita que me vendió  el loco “Craker” funcionó al toque, hasta deja inutilizable el sistema de localización incorporado  con el que vienen. Guita bien invertida.
Un avión la mina, es de la nueva camada P-39, servo- censores en todos los lugres estratégicos, lubricación automática y termostato totalmente configurable. ¿La piel? Mejor que la de las originales, ni un poquito de celulitis, che. La estoy encendiendo todas las noches desde hace dos meses y te aseguro que no me puedo quejar de sus servicios, todo lo contrario. Lástima que sean tan caras y a los tipos como nosotros no nos quede otra que afanarlas.

Y es mucho mejor que una de esas muñecas de Abril que tanto me dañaron; cuando termino, la desconecto y me fumo un pucho tranquilito sin que me rompa las bolas.
Soy feliz.

domingo, 21 de agosto de 2011

Variantes Serratianas 2- Y un buen día su mente hizo un clic- Miguel Dorelo



Y un buen día, su mente hizo un clic.- Miguel Dorelo

— ¡Coño! ¡Que es una idea genial! —exclamó esa mañana que la encontraba, como tantas otras veces, sentada en medio de aquella estación de trenes de los suburbios barcelonenses esperando un improbable regreso de aquél que seguramente no lo merecía. Se levantó presurosa, recogió su bolso, algo ajado y de piel marrón, el abanico que siempre la acompañaba  y esa misma mañana, presurosa se dirigió hasta las oficinas del periódico principal de la ciudad.
A la mañana siguiente, muy temprano, el aviso publicado comenzaba a cumplir su cometido: desde el fondo del andén, el primer caminante volvía. Se acomodó su vestido de domingo recién comprado, dar una buena primera impresión era fundamental, intercambiaron un par de palabras, las suficientes y necesarias; luego partieron juntos sin decir más nada.

Fue el primero de una larga y provechosa lista. Al final de cada jornada, Penélope regresa a su recientemente adquirida morada de dos plantas en barrio Barceloneta, con un amplio jardín en que se destacan dos bellos y enormes sauces. En menos de seis meses su clientela se ha incrementado exponencialmente así como su tarifa. Es que nadie puede resistirse a actuar esta hermosa historia de amor por el módico precio de 300 euros, incluidos vestuarios adecuados para ambos, auténtico banco de pino verde y grabación estereofónica del pitido de tren silbando a lo lejos.
—Eso sí, con los zapatitos de tacón puestos son 50 euros extras —suele aclararles a sus pretendidos amores regresados.

martes, 16 de agosto de 2011

Variantes Serratianas 1- El andén, los hombres y Penélope


El andén, los hombres y Penélope- Miguel Dorelo


Ella, como todos los días desde hace ya varios años, espera sentada en aquél banco ubicado en mitad del andén de aquella estación ferroviaria.
Ella, como en todas sus jornadas de no hace tanto tiempo, menea su abanico hasta que ve aparecer a su amado caminando hasta donde se encuentra, luminosas de repente su mirada y su sonrisa. Recoge su bolso de piel marrón y ambos, juntos, el caminante y ella, emprenden el camino que los llevará a la casa, el cuarto y la cama que propiciará el tan ansiado encuentro.

Ella, sabe lo que ellos quizás sepan que sabe o quizás no; que en realidad desde hace  no sabe bien cuanto tiempo a uno de ellos se le ocurrió aprovechar la ocasión de sexo gratis con una mujer aún joven y hermosa algo desquiciada.
Ella, en cierta forma, ya no espera.
—Sola, nunca más —susurra muy bajito.
 Él, por fin ha regresado.