viernes, 30 de agosto de 2013

Chocolate- Miguel Dorelo


Chocolate- Miguel Dorelo

Me gusta mucho comer chocolates.
Amargos, dulces, aireados, blancos: de todas las clases, sabores y consistencias.
Y, como en tantas otras cosas, tengo mi preferido.
Su nombre, aunque quizá no resulte importante, es Dairy Milk y su variante Fruit & Nut, la que me convierte en un semi dios cuando se estaciona dentro de mi boca, fue creada en 1928 en el Reino Unido por la firma Cadbury.
No suelo dar consejos, pero creo que no estaría de más seguir estás pequeñas instrucciones para su correcta degustación. El ambiente propicio es, simplemente, cualquiera: las bondades del manjar  lo transportarán directamente al ideal sin que usted deba preocuparse demasiado por elegirlo. Aunque, en mi caso, prefiero la soledad a media luz y escuchando la voz de Tori Amos en un volumen de sonido no demasiado alto. Usted verá.
Eso sí, yo que usted trataría de no eludir los siguientes pasos: desenvolver la barra por una de sus puntas, cualquiera de ellas, nunca por sus costados. Luego, esto requerirá un supremo esfuerzo de voluntad, no se apresure a morder, antes tómese unos segundos para aspirar el maravilloso aroma que, le aseguro, surgirá desde el envoltorio recién abierto.
Ahora sí. Muerda un trozo muy pequeño, sobre todo si es su primera vez en esto, ya que es imprescindible que su cuerpo se adapte lentamente a esta sensación que identificará como única y hasta peligrosa. Tómese otro minuto. Ahora sí: usted ya está listo para la experiencia final. Corte con sus dientes, jamás con la mano, un trozo del Dairy y deje que se vaya derritiendo en su boca al ritmo que él quiera, trátelo con dulzura, jamás lo apure, mímelo. Él sabrá recompensarlo dejando al descubierto el sumun final de la felicidad en forma de pequeños trozos de nuez y deliciosas pasas de uva.

Como dije, me gusta mucho comer chocolates, pero comer un Dairy Milk es algo más. Una experiencia única, probablemente y sin ánimo de exagerar, sea la razón principal del por qué de mi paso por esta  vida.

Salvo, claro está, cada una de las veces que he estado con Ella.